KOTOBUKI

23.09.2014 07:14

KOTOBUKI

Pedro Fleitas González

La sinonimia es una relación semántica de identidad.  Kotobuki es sinónimo de felicidad, de alegría.

En nuestros órganos, en nuestras vísceras hay guardada bajo buen recaudo mucha información de nuestras vivencias.  José Saramago escribió acertadamente:”…vulgo hacer de tripas corazón, fenómeno de conversión visceral que sólo en la especie humana ha sido observado.”

De esa información ya nos hablaban en Oriente hace miles de años. Decían: “en el pulmón está la tristeza, en el hígado la ira, en el corazón la alegría, el miedo en los riñones y el exceso de reflexión en el Bazo…”

Cuantas veces habremos escuchado esa enseñanza tan popular que nos dice: “se me revuelven las tripas”; sí, en los órganos y en las vísceras hay muchas información y esa visceralidad es ubicada en un territorio desértico que lo pinta como desolador sin apreciar el valor de cada grano de arena, de lo que esconde la mirada hacia el agua deseada y hacia aquel cúmulo de deseo llamado Oasis, que aparecía y desaparecía. ¿Será el sol, la arena y la falta de agua el primer alucinógeno del ser humano?

Lo dicho, “se me han revuelto las tripas “, hay muchas razones para que ocurra. Siempre uno puede seleccionar las más explicitas, o las que más justifican los propios actos. Aun así queda esa sensación nauseabunda y vomitiva, con un calor que lo destruye todo.

La lucha es intensa y continuada y existe la paz en las breves pausas entre las inspiraciones y expiraciones, algunos lo llaman iluminación. La iluminación es fantástica y bien buscada, parece ser el tesoro. Cuando estás escondido y en silencio  observándote demasiada luz traspasa la piel más ruda. Y entonces esa sombra refrescante y bien hallada en medio de una luminosidad intensa, hace parar el tiempo.

Increíble, en la sombra también se puede apreciar la iluminación y si te mueves ligeramente hasta te puede tocar.  Al igual que la capa de ozono se ha modificado, y el sol sobre nuestra piel en una cantidad desmedida puede ser dañino, también la iluminación puede ser dañina en los tejidos de nuestra ¿alma, mente, espíritu, corazón, cuerpo?

Pero si, así es, se me revuelven las tripas, cuando observo y me comparten las tristezas que tienen otros seres humanos porque desean realizar su camino y encuentran en las personas queridas y/o más cercanas el mayor de los obstáculos.  Se paralizan ante el miedo de ser abandonados y lo encubren en el miedo a hacer daño.

Afirmo rotundamente desde mi perspectiva quizás arcaica que venimos a este astro para refinarnos, estudiar profundamente la esencia de los que nos rodea y para aprender a obtener nuestra “ilumina/sombra-CIÓN” mediante el esquema básico de hago lo que considero oportuno aun cuando algunos miembros de estas sociedades formadas haces millones de años se subleven ante el temeroso afán aventurero. Por seguro que muchos de ellos no estarán cuando yo muera.

Mi querido Mario Benedetti, permíteme despedir estas, mis líneas mal escritas con tu clarividencia:

“Es difícil decir lo que quiero decir

Es penoso negar lo que quiero negar

Mejor no lo digo

Mejor no lo niego “

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